Silvina Marsimian traza un diagnóstico del recorrido que tiene la lectura en el aula y en la vida de los estudiantes. Apunta a los docentes y a sus propias lecturas y confirma que la literatura renovó sus temas.
La escritora, docente, editora y especialista en literatura y educación Silvina Marsimian, asegura que “leer medios y redes también es leer”, y señala que desde la escuela se debe entender que los adolescentes no se van a formar “solo por leer literatura sino que todo tiene que estar entrelazado”, y destaca que los docentes “deben acostumbrarse a que la lectura literaria tiene que ser compaginada con otras lecturas”.
Marsimian es profesora en Letras (UCA), magister en análisis del discurso (UBA), da clases en el Colegio Nacional Buenos Aires y estudia las narrativas juveniles actuales a través de la búsqueda de aquellos temas que, advierte, “resultan difíciles para los adultos como la relación con la droga, el alcohol, la diversidad de género, la violencia de género y los desequilibrios emocionales”.
Sobre estos tópicos expuso en el encuentro “Libros y Maestros”, que se realizó en la Biblioteca Nacional, organizado por Penguin Random House, y en el que aseveró que “no se trata de temas difíciles para los jóvenes sino para los docentes, los adultos que los tienen que tratar en el aula”.
Ante un auditorio repleto de docentes, bibliotecarios y narradores, Marsimian señaló que “la lectura está relacionada con la apertura, la imaginación, el interés, la libertad y el conocimiento”, y propuso que para trabajar en las aulas se realice una encuesta para ver qué leen los adolescentes, cómo leen y cuáles son esos espacios, para poder interpelar a los alumnos con nuevas lecturas. “Escribir es conocer nuestra historia porque somos cuando podemos decirnos”, reflexionó y manifestó que al proponer textos de ficción para trabajar en el aula no se puede olvidar que “la ficción no es falsa ni verdadera, es la construcción de un sujeto desde una perspectiva”.
– ¿Cuáles son los temas difíciles para los jóvenes?
– No creo que sean difíciles para los jóvenes sino para los docentes, los adultos que los tienen que tratar en el aula. Son los temas que inciden en nuestra vida cotidiana. En el caso de las vidas breves de los jóvenes, el tema de la relación con la droga, el alcohol, la diversidad de género, la violencia de género, los desequilibrios emocionales de los chicos que tienen pensamientos vinculados al suicidio, eran temáticas que estaban negadas en la literatura infantil juvenil. Ahora se incorporan en la escuela a través del diseño curricular y la literatura las empieza a incluir en una narrativa que llega de muy buen grado a los adolescentes.
– ¿Cómo se piensa la literatura hoy desde la escuela?
– Mientras nosotros les damos a leer los clásicos en la escuela, los chicos tienen una dieta de lectura que incluye las series y las sagas, y es muy amplia y desarrollada. Además están los libros que tratan temas difíciles de una sociedad y de cuerpos en transformación que tienen que ver con su identidad: la sexualidad, la relación con las parejas, con sus padres. Eso les sirve para observar cuestiones que están en debate en la sociedad y los ayudan, a través de los procesos de identificación, para que pueden entenderse un poco mejor.
– ¿Cuáles son los libros que trabaja en el aula y que abordan estas temáticas?
– En todo lo que tiene que ver con la diversidad de género hay un texto que se llama “George”, de Alex Gino, cuyo protagonista tiene cuerpo de varón y en la escuela tiene toda una sensibilidad que es más proclive al costado femenino que al masculino. Estamos en un mundo en el que prima la neurociencia, trabajamos mucho con el comprender e interpretar, pero quizás estamos mirando poco los cuerpos y cómo reaccionan y se insertan en el mundo narrativo. Cómo son violentados los cuerpos es algo que trabaja Paula Bombara con “La chica pájaro”, o Lydia Carreras en “Nada es suficiente”, donde hay chicas con una relación conflictiva con los padres pero que inician relaciones de parejas que las empiezan a absorber hasta que quedan atrapadas en situaciones de las que es difícil salir.
– ¿Y ahí suelen aparecer los adultos? ¿Cómo son esos adultos?
– Sí, pero no son adultos con una visión canónica. En estas narrativas los padres también aparecen con sus miedos, con sus dudas. Son narrativas difíciles porque no es como “Oliver Twist” de Charles Dickens, en la que sabés que algo le pasa a un chico y sabés que está mal porque hay una sociedad que le pega, pero hay un narrador que pone las cosas en su lugar y ordena ese mundo. En ese caso el lector se queda tranquilo porque piensa que si bien esas cosas suceden hay un mundo en el que prima la ley, la autoridad y se puede volver a un equilibro. En estos casos no sucede lo mismo porque estos libros están trabajando sobre temas que aún están en debate en la sociedad. Trabajar estos temas en las aulas es un modo de comprendernos mejor y de que crezcamos en un mundo que se está moviendo, en el que es necesario que nos pongamos en relación con otros.
– Usted da clases en el Colegio Nacional Buenos Aires. ¿Cómo fue el abordaje de estos temas en el aula?
– En ese colegio los chicos aprenden a argumentar desde los primeros pasos que dan en el ingreso, a través de las asambleas, entonces tenemos chicos que son muy lectores y están acostumbrados a argumentar. Pero hay que destacar que hoy la lectura ha cedido ante otras maneras de leer que provienen de la web y las redes sociales, y los chicos saben que ya no tienen todo el tiempo para leer.
– ¿Cómo describiría esa relación con la lectura que tienen los jóvenes hoy?
– Los chicos saben que lo que vayan a leer tiene que ser significativo, porque saben que ese tiempo no lo van a poder asignar a otras cosas. Los docentes tenemos que acostumbrarnos a que la lectura literaria tiene que ser compaginada con otras lecturas. Leer medios y redes también es leer. No los vamos a formar solo por leer literatura, todo tiene que estar entrelazado. La literatura ocupa un lugar especial en la construcción de la identidad, pero hay otras lecturas que también ofrecen algo distinto y son complementarias con el mundo laboral del futuro. El docente tiene un lugar de guía, de coordinador, ya no es el que dice cómo hay que leer.
– ¿Por qué le interesa esta temática de investigación?
– Porque si bien la lectura de los clásicos es formativa y nos permite acercarnos a otro tipo de lecturas, yo no puedo perder lectores: necesito chicos que compartan conmigo lo que leen y hacen porque para mí es valioso lo que hacen afuera del aula. Como veo que estas formas de lectura no fueron canonizadas por la escuela aún, las quiero sumar y trabajar con ellos para construir una lectura entre ambos.